EL SECRETO DEL TAJ MAHAL
Tal vez lo que hagas hoy te salve mañana…
El mismo día que falleció Mutaz Mahal, la esposa favorita del soberano Shah Jahan, a cientos de kilómetros de distancia el padre de Kalli, jefe de los naires, acababa de perder la vista en un accidente mientras transportaba un tronco de tres toneladas de madera de teca.
La desolación invadió el hogar. Su madre, al lado de su esposo, no dejaba de llorar mientras el doctor explicaba los nuevos cuidados necesarios que requería. Al irse, la familia se reunió alrededor de la cama donde permanecía tumbado el herido con una venda en los ojos.
Kalli a sus dieciséis años decidió tomar las riendas de su familia.
No soportaba ver a su padre tan indefenso, resolvió que se prepararía para ser naire. Su madre seguiría dedicándose al bordado de telas y Jal, el hermano pequeño de doce años que soñaba con hacerse médico, se encargaría de los cuidados de su padre.
Diez días más tarde llegaron noticias de que en la ciudad de Agra se necesitarían cientos de naires en seis meses para construir un palacio donde reposarían los restos de Mutaz Mahal. Kalli decidió ser uno de esos naires, así sus ganancias serían mucho mayores, podría sacar a su madre de trabajar para otros dedicándose así enteramente a su padre, y su hermano podría estudiar medicina.
La idea entusiasmó a su padre y el hecho de transmitir todos sus conocimientos a su hijo le devolvieron las ganas de vivir y por fin se levantó de su lecho.
Comenzó el duro entrenamiento junto a Ahobal, el sabio elefante de treinta y cuatro años que había pertenecido a su padre y ahora a él. Recibió toda la ayuda de otros naires a quien su padre había enseñado años atrás.
Pasaron los seis meses y ya estaba listo para realizar la gran prueba. La noche anterior a su partida acudió a la cueva del maestro yogui Gandhi Mahasaya.
– Maestro vengo en busca de consejo. Partiré a tierras lejanas y me encontraré con hombres de otras razas y religión, estoy algo asustado.
El maestro que permanecia inmóvil en posición de loto, abrió por fin los ojos y le miró.
-Joven Kalli, Solo existen dos tipos de personas, las que tienen luz en su corazón y las que no. Comparte tu vida con las primeras y evita las segundas.
Hablaron durante horas, el maestro le regaló una figura tallada con sus propias manos de Gadesha, el dios que ayuda a vencer los obstáculos, con cuerpo de hombre y cabeza de elefante, el favorito de Kalli, y un último consejo:
–Durante tu viaje respeta a todas las criaturas vivientes.
Emprendió el viaje que duraría siete días, al tercero se le unieron en sendos elefantes dos astutos comerciantes de telas y pieles. Una madrugada al comenzar la ruta, Ahobal que iba a la cabeza se detuvo repentinamente.
-¿Qué sucede?- Preguntó uno de los comerciantes.
Un tigre de bengala de más de trescientos kilos apareció por el lado izquierdo entre la espesura.
-¡Hay que matarlo!- Dijo el otro de los comerciantes mientras ambos sacaban sus armas.
Kalli se puso en pie sobre Ahobal, estirando los brazos y gritando:
-¡No! ¡Dejad que siga su camino!
El tigre, al que le faltaba su oreja derecha, se detuvo frente a Ahobal, levantó la vista y miró a Kalli a los ojos para seguidamente continuar su camino penetrando en la espesura del otro lado del camino. Esto provocó una trifulca y los comerciantes abandonaron a Kalli, que continuó solo su camino.
Llegó a su destino en la fecha señalada y superó fácilmente las pruebas. Ya era un naire de la construcción del nuevo palacio.
Pronto destacó por su buen hacer y el jefe de los naires lo nombró su mano derecha. Kalli enviaba a su familia todas sus ganancias.
Pasaron cuatro años.
Un terrible accidentel multiple dejó al jefe de los naires imposibilitado para continuar con su labor y nombró a Kalli su sucesor.
Un día le llamó la atención una de las aguadoras, no solo era la más hermosa sino que en su tiempo libre atendía voluntariamente a todos los enfermos o a aquellos caían heridos en los múltiples accidentes que ocurrían cada día, su corazón termino de enamorarlo completamente y ella le correspondió.
Kalli ya llevaba allí doce años. La obra se terminó. En tres días traerían los restos de Muntaz Mahall donde algún día Shah Jahan se uniría a ella por toda la eternidad.
Kalli pidió matrimonio a Alisha, ella aceptó. Decidieron que sería la noche siguiente y ¿dónde podría ser mejor que en el corazón del nuevo palacio al que llamaron Taj Mahall? Un palacio virgen cuya primera misión sería sellar su amor para siempre.
El joven maestro Yogui que atendía las necesidades espirituales de los trabajadores accedió a colarse junto a los enamorados para oficiar la ceremonia. Aprovechando las sombras de los arcos avanzaron hasta una de las pequeñas entradas al palacio.
Kalli iba primero y cuando consiguió abrir la pequeña puerta uno de los guardianes lo vio y corrió hacia él llamando a uno de sus compañeros. El castigo por colarse en el palacio podría ser terrible. Apresuró a su amada y al maestro a que entraran corriendo para pasar él el ultimo, pero no le dio tiempo, uno de los guardianes lo agarro por una pierna y lo tiró al suelo mientras el otro se abalanzaba sobre él. En estas se encontraban cuando un enorme rugido detrás de ellos les hizo saltar dejando libre a Kalli que se coló ágilmente por la puerta apestillándola por dentro. Los guardianes dieron la voz de alarma ¡Un tigre! Atraoar a la fiera se convirtió en la prioridad de todos los vigilantes.
En el corazón del Taj Mahal iluminados por la luz de la luna llena, Kalli y Alisha se unían para siempre.
Una semana después llegó el momento del regreso.
Kalli lo había conseguido. Había comprado una casa más grande y cómoda a sus padres que contrataron a una de sus primas para ayudar en el hogar. Su hermano se había convertido en un reconocido doctor de la ciudad. Ahora tocaba volver a casa y comenzar una nueva vida junto a su esposa.
A su despedida acudió el Yogui para desearles buena suerte en su nueva vida. Entre risas recordaron la aparición de aquel tigre en el momento perfecto espantando a la guardia. Lo único que se supo de él es que no lo llegaron a atrapar y que era un enorme tigre de bengala al que le faltaba una oreja.
Kharma, pensó Kalli. Y emprendieron su viaje.
Malaika Fidalgo de Vargas