ENTRE PIRATAS
Piratas! Peligro!
Fue el pensamiento fugaz antes de que el capitán Pierre Renó se levantara apresuradamente de su mesa tirando la silla sobre la que había permanecido sentado en las últimas horas.
Tras de sí cayeron esparcidos por el suelo el cuaderno de bitácora, mapas y los artilugios con los que se encontraba trazando la próxima ruta rompiendo así la pulcritud de su camarote. Abrió la puerta sin tomar ningún tipo de precaución. Nada más hacerlo apenas tuvo cinco segundos para ver sembrado de los cadáveres de sus compatriotas, mientras se teñía de color escarlata, toda la cubierta del flamante y moderno barco apodado “Argonaute” que le había regalado su padre, justo antes que un cuchillo con más años y experiencia que él en abordajes acabara con su corta vida.
Al Llegar la noche todo había terminado, la invasión y posterior requiso de los objetos de valor había llegado a su fin.
Ahora yo estaba a bordo de un barco pirata. Esa misma noche me tocó subir con el joven portugués apodado “pequeño hombre” a la torre vigía del palo mayor para pasar las siguientes doce horas. Desde arriba sintiendo como el húmedo viento penetraba en lo más profundo de mi ser miraba hacia abajo, sobre la cubierta, los piratas festejaban borrachos de ron y éxito. Eran en su mayoría prófugos de la justicia, asesinos y ladrones ya antes de que se embarcaran en el “Temerary”.
A la mayoría de ellos les faltaba algún miembro perdido en alguna escaramuza
pero lo que no les falta era fuerza para seguir viviendo fuere como fuere. Se adaptaron a esta cruel forma de vida regida en el barco por pura supervivencia, donde el propio enemigo puede ser tu compañero de piltra y donde reinaba la ley del más fuerte y astuto siendo entre todos ellos el más respetado y temido el capitán Barba Larga. La obediencia al capitán es el valor de la vida. Si alguno de ellos no lo da todo durante el próximo abordaje o no obedece sus órdenes, el castigo es pasarlo por la quilla ante todos los demás entre gritos, humillaciones. Así es como el capitán mantenía a su tripulación a raya, solo tenía que escupir el tabaco, cosa que hacía muy a menudo, para que todos se giraran y estuvieran a su disposición.
Mientras oteaba el horizonte en la más absoluta oscuridad Pequeño Hombre tenía los ojos llenos de ira, pensaba constantemente en su padrastro quien lo había vendido a estos piratas para que se hiciera un hombre –Me haré un hombre y lo primero que haga será ir a por ti, te haré pagar cada vómito, cada golpe, cada una de las noches de sufrimiento a la intemperie, cada grito y humillación maldito cerdo- Había aprendido durante los dos años que llevaba entre los piratas a manejar el cuchillo y estaba deseando volver a Lisboa para desembarcar y llevar a cabo su venganza.
Aguantaba noche tras noche el fuerte viento que golpeaba su rostro con el cuerpo aterecido que temblaba con el continuo chasquido de dientes. La niebla seguía espesa, las olas de varios metros levantaban la nave y hacían oscilar varios metros la cofa, su pelo rizado estaba mojado mientras seguía regocijándose con sed de venganza, es lo que le daba fuerzas para continuar soportando. Fue la noche más horrible de mi vida.
El sol ya había salido, no se veía ningún pirata sobre la cubierta, la guardia ya estaba terminando cuando Pequeño Hombre gritó:
-Barco a estribooor!!!
Barba larga, apareció unos minutos después de su segundo de abordo que era el único que no bebía de todos los tripulantes, cosa que hacía que desconfiaran aún más de él y también se decía de él que nunca dormía, aunque bien es cierto que todos ellos dormían con un ojo abierto y otro cerrado. Cuando Barba Larga se puso a su lado él señaló, el capitán cogió el catalejo y miró por el ojo que le quedaba, tardo un rato en poder enfocar pero al fin pudo distinguir una leve sombra tras la niebla.
– ¡Arrrr! ¡Barco a estribor! ¡Adelante con la estrategia de abordaje!- Ordenó el capitán y todos menos el cocinero y su ayudante que ya estaban en cubierta comenzaron sus obligaciones para la caza.
Durante dos días y aprovechando la niebla, en la que el capitán barba larga se manejaba como pez en el agua, estudiaron a su siguiente víctima. El segundo de a bordo y el capitán escudriñaron el buque hasta que este gritó -¡Navío inglés!
-¡Izad bandera inglesa!- gritó el segundo. En breves minutos oteaba una bandera inglesa en el palo mayor.
Tres días más hicieron falta para el profundo estudio del gran navío inglés y definir el plan de abordaje durante los cuales solo hubo ron para el capitán, lo que aumentaba las ansias de invadirlo lo antes posible.
Todo estaba listo y tras cinco días de acecho invisible la niebla se hizo aún más espesa poniendo el escenario perfecto para el ataque.
Se acercaron en posición de ventaja. Bajaron a los botes los primeros piratas y treparon hasta la cubierta del navío inglés, una vez allí siguiendo la tantas veces repetida estrategia, acabaron silenciosamente con la vida de muchos para posteriormente encender el faro de la señal. Ya podía subir el resto.
Estuve en la tremenda lucha con Pequeño Hombre, los adversarios eran hombres de honor y hubo muchísimas pérdidas humanas por ambos lados, pero de nuevo el capitán barba larga y sus hombres salieron victoriosos.
Por la noche mientras los piratas cambiaban de barco el enorme tesoro obtenido, y antes de que Pequeño Hombre subiera a su turno en la torre de vigía decidí abandonarlo.
Tras observarlo, me di cuenta de que, para él era el mejor plato de comida, su segundo le protegía como el más leal de los perros, su tripulación le respetaba, sus enemigos le temían, él fue el elegido.
Me agarré fuerte en un cabello de su barba, me instalé cómodamente, ya soy su huésped. Probé por primera vez la sangre con sabor a ron y me gustó. Sin duda sería toda una aventura ser el piojo de la barba de Barba larga.
Malaika Fidalgo de Vargas